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Tuesday, March 23, 2004

El Valor de un Hobbit 

This is a short story about a hobbit and three trolls. It's in Spanish, but I'll be posting the English translation soon.

El Hobbit y los Tres Trolls.



Trepaba penosamente la colina, agarrándose a las desnudas rocas con sus manos ya duramente arañadas, y empujando detrás suya con sus pequeños pies peludos. Al fin alcanzó la cima y se alzó para contemplar un paisaje nada prometedor. Tan lejos como alcanzaba su aguda vista se encontró rodeado por una árida y plana estepa con escasa vegetación. Para un hobbit solitario era muy duro encontrarse en semejante coyuntura.

Aún estaba intentando no dejarse vencer por la desesperación, cuando notó por el rabillo del ojo unos árboles de buen aspecto con amplias hojas. Una mirada más atenta le hizo darse cuenta de que un promontorio en el otro lado de la colina había ocultado a su primera inspección un pequeño desfiladero desde el que el sonido musical del agua fluyendo alcanzaba sus oídos sedientos. Bajó serpenteando hasta él y pronto, ante sus ojos, se desveló un pequeño valle. Parecía tener un microclima húmedo y un rápido riachuelo de agua clara que corría por su mitad. Nuevas esperanzas brotaron en su corazón según bajaba corriendo la pendiente y sus pies desnudos pisaban la fría hierba. Miraba a su alrededor mientras caminaba, sonriendo al helecho y acariciando las flores silvestres según pasaba. Por fín llegó al riachuelo y se arrodilló para beber de él. Disfrutando del refrescante líquido en su boca y del chapoteante sonido del agua corriente, dejó que su atención vagara por unos pocos segundos, recordando los viejos buenos tiempos en su aldea natal.

Cuando volvió a la realidad, una cara grande y fea le devolvía la mirada fijamente desde el otro lado del agua. Saltó sorprendido, y miró (transfigurado) a aquella aparición del mundo acuático. Cuando se dió cuenta de que la imagen era el reflejo de un gran troll que se ergía detrás de él, ya era demasiado tarde. Una enorme mano con dedos gruesos como ramas se le abalanzó y agarró su cuello, cerrándose a su alrededor como un sólido grillete. Intentó resistirse a la opresión y liberarse, pero fué inútil. El troll alzó con facilidad su mano con el pequeño hobbit colgando de ella, y miró a su indefensa presa con una sonrisa torcida y maliciosa.

- ¡Mmmm, pequeño pero tierno...! ¡Será un desayuno perfecto! Je, je - Murmuró.

Sin más preámbulos, se dió la vuelta e inició un trote desgarbado en dirección a un claro en el bosque a corta distancia del torrente de agua. El hobbit se vió transportado colgando todavía de su cuello, sujetándose desesperadamente al grande y peludo miembro de su capturador con ambos brazos y piernas, sólo para evitar que los amplios movimientos de balanceo le rompieran el pescuezo.

Cuando el troll llegó al claro, otras dos criaturas, igual de grandes y de feas, le estaban esperando allí. Inmediatamente notaron su presa y dedicaron una mirada sorprendida al pequeño y extraño ser que todavía luchaba, si no por liberarse, sí al menos por conseguir algo de aire.

- ¡¿Qué es eso?! - Exclamaron los dos casi al mismo tiempo.

- ¡No lo sé! ¡Creo que es desayuno!

Los trolls acampados se encogieron de hombros y comenzaron a preparar algunos utensilios de cocina. El troll cazador simplemente se sentó en una roca y posó su carga en frente suya. El hobbit se sintió enormemente aliviado al verse de vuelta en el suelo y libre del asfixiante agarre. Miró a su alrededor e intentó evaluar sus posibilidades de escapar. El troll probablemente interpretó correctamente sus intenciones y dijo con aire distraído:

- Si intentas escapar, te pisaré y te aplastaré con todo mi peso, así que mejor ni lo pienses... ¡No quiero desperdiciar todas tus tripas por el suelo!...

El hobbit se quedó congelado en el sitio mirando a la cara impasible de su captor. El gran monstruo tenía razón. Una vez en el bosque podría esconderse y ningún troll podría encontrarlo, pero sus oportunidades mientras estuviera en el claro eran realmente pequeñas. Tenía que pensar en algo.

- ¡Es una pena que no tenga más que una cabeza! - dijo.

Los tres trolls dejaron lo que estaban haciendo y miraron al hobbit, observándolo con incredulidad, como si no pudieran concebir que les acabara de hablar. Después, en su lento proceso mental, empezaron a darse cuenta de que lo que acababa de decir tenía un significado y comenzaron a analizarlo. Entonces se preguntaron por las implicaciones de ese significado. Luego llegaron a una repentina conclusión, y finalmente sus ojos se abrieron ampliamente. Se miraron entre sí, yendo lentamente de uno de sus compañeros al otro.

- ¡Tiene razón! - Dijeron todos al mismo tiempo.

Seguidamente, tras un breve silencio:

- ¡¿Qué vamos a hacer?!

El troll cazador gritó bien alto:

- ¡Yo me comeré la cabeza! Yo atrapé la cosa, ¡y yo me comeré la cabeza!

Uno de los otros dos, que parecía más viejo y mucho más sucio que los demás, dijo:

- No, yo soy el jefe y yo me comeré la cabeza. ¡Vosotros podeis hacer lo que querais con el resto!

El tercer troll replicó:

- ¡Podemos compartir la cabeza! La podemos dividir en tres pedazos, ¿no?

- ¡De ninguna manera! - dijo el cazador - ¡Quiero la cabeza entera para mí!

- ¡No se puede compartir una cabeza! - dijo el viejo - ¡El contenido se derramaría y se desperdiciaría! ¡Yo quiero comérmela entera! ¡Crujiente y jugosa! ¡Será toda para mí! Vosotros os quedais con todo el cuerpo, ¡que es más grande que la cabeza!

Continuaron discutiendo y al ir calentándose la disputa, el troll cazador se levantó y caminó hacia sus compañeros con expresión agresiva. Se olvidó por completo de que lo único que mantenía al pequeño hobbit en su sitio era su atenta vigilancia y la amenaza de que lo aplastaría si se movía. El troll, enfadado, sólo chillaba y agitaba las manos, dispuesto a luchar con sus colegas por un desayuno que dejaba ahora desatendido.

El hobbit se mantuvo inmóvil hasta que estuvo seguro de que el troll no podía verle, y entonces aprovechó la oportunidad y comenzó a moverse rápida pero silenciosamente hacia los árboles. Pronto ya estaba corriendo todo lo rápido que le permitían sus cortas piernas, y en unos pocos segundos alcanzó el bosque, mientras aún seguía escuchando a los trolls gritándose los unos a los otros acerca de cómo desmembrar y repartirse su cuerpo.

Una vez en el bosque, supo que estaba a salvo, porque la pobre visión y la torpeza de un troll no eran competencia para la habilidad de un hobbit para esconderse y para moverse silenciosamente entre la vegetación. Así que, mientras continuaba su marcha, intentando calmar su agitado corazón y olvidar su reciente experiencia, reflexionaba que, quizás era una pena que sólo tuviera una cabeza, pero desde luego ¡era una gran suerte que tuviera un cerebro dentro!


Por Clemente Zamora, gran aficionado a la ciencia ficción y a la fantasía, y webmaster de cambiacartas.com.

[Por favor, les agradecería mantuvieran este enlace a cambiacartas.com junto con el cuento. Gracias.]

Comments:
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